martes, 22 de septiembre de 2009

yo solo quería una sarasa gold

- Banco X buenos días
- Buen día, yo soy a.l. Quisiera saber cómo tengo que hacer para que me den una tarjeta sarasa gold. A decir verdad Uds. me la ofrecieron en varias oportunidades pero nunca la necesité. Yo ya tengo de ese banco una sarasa clasic internacional. Ahora estoy por viajar al exterior y quisiera tener la gold...
- Si, cómo no. Su cuenta está radicada en esta sucursal?
- Si
- Dígame el número de cuenta
- xxxxxxxxxxxxx
- Es verdad, ud. califica para la sarasa gold. pase por la sucursal cuando quiera, solo tiene que firmar la solicitud y listo
- Yo viajo dentro de un mes, cuánto tiempo tardan en dármela?
- Una semana
- Ok. Mañana mismo paso y ... lo veo a ud?
- Yo soy el gerente, cualquiera de los empleados la va a atender
- Muy amable, muchas gracias.

Al día siguiente, paso por la sucursal

El gerente estaba sentado en su escritorio mirando un punto indeterminado y tomando una Sprite.

Efectivamente, me atendió cualquiera de los empleados. Firmé la solicitud y listo.

A la semana:
- Banco
- Buen día... quisiera hablar con cualquiera de los empleados
- Si, que tal. Yo soy cualquiera.
- Hola, yo soy a.l. Hace una semana me atendiste cuando solicité la sarasa gold y quisiera saber si ya recibieron mi tarjeta
- A ver, voy a chequear su solicitud
...
...
...
- mmmmmm si acá veo que fue ingresada eh
- Todavía no la recibieron?
- mmmmmm no, pero está en trámite
- Cómo que esta en trámite...? cuántos días más puede tardar?
- mmmmmm no sabría decirle
- Te llamo mañana para ver si tenés novedades?
- mmmmmm no, esto tarda mínimo a ver... cuándo la solicitó ud?
(no puedo evitar que mi voz se eleve medio decibel)
- Hace una semana. En ese momento me dijiste que le ibas a dar trámite urgente, y que te llamara hoy para ver si ya estaba
- Si, yo la pedí como urgente, pero nunca le pude haber dicho que en una semana va a estar lista... cuándo viajaba ud?
- Dentro de tres semanas
- mmmmmm si, yo creo que la va a tener para el viaje
(a ver si nos entendemos)
- Hace una semana cuando estuve firmando la solicitud te dije que necesitaba tenerla rápido porque lo que más me interesa de la sarasa gold es que con ella puedo tramitar la cadorn-card para el viaje
- Ah, pero por eso no se preocupe, eh, porque la cadorn-card se la dan en el momento, igual va a tener tiempo de sobra
- Es que yo no puedo quedarme tranquila y esperar hasta último momento para tramitar la cadorn-card y no entiendo cómo el día anterior había hablado con el gerente y me dijo que en una semana la iba a tener y vos también me dijiste lo mismo...y...
- Ud habrá entendido mal, nunca pudimos haberle haberle dicho eso, señora. Vuelva a llamar a ver...
...
...
llámeme a fines de la semana que viene, posiblemente para esa fecha esté. No se preocupe.

Se nota que él no es una persona muy ansiosa, o yo no le estoy transmitiendo mi preocupación en su dimensión adecuada. Elijo cuidadosamente las palabras:
- Mirá: hace una semana vos mismo me dijiste que le ibas a dar trámite urgente, y que te llame en una semana, ahora me decís que te llame a fines de la semana que viene que "posiblemente" va a estar, no sé en qué me puedo basar para no estar preocupada
-Le repito: quédese tranquila: ud va a tener la tarjeta para viajar

Corto. Su respuesta no me tranquiliza, más bien todo lo contrario.
A decir verdad yo tengo una sarasa gold corporativa. Tratándose de un viaje particular no debería usarla. Pero la uso. Tramito la cadorn-card con la sarasa gold corporativa. Y efectivamente me la dan en el acto.

No obstante eso, yo quiero mi sarasa gold personal.

Una semana después:
-Banco, habla cualquiera
-Hola soy a.l. quisiera saber si ya recibieron la sarasa gold que tramité
-ammmmmm si, si...cómo te va
(por algún motivo que aún desconozco, me tutea)
eeeemmmm si, vos viajabas el xx/xx no?
mmmmmm si, ya está emitida eh.
eemmmmm eso si, como tenías que viajar y había tan poco tiempo

(no me gusta la introducción: presiento un problemita)
decidimos tramitarte la berreta dorada... y ya está acá, la podes venir a retirar cuando quieras
- Cómo que decidieron? Quienes decidieron? Cómo la berreta dorada? Para qué quiero yo la berreta dorada?
- mmmmmm si, porque como tenías tan poco tiempo y no íbamos a llegar con la sarasa gold, y la berreta dorada sale más rápido...
- Pero yo solicité la sarasa gold
- mmmmmm pero la berreta dorada es buena también, eh
- Puede ser la mejor, pero yo no pedí la berreta dorada
- Mirá como vos me dijiste que estabas apurada... (siiiiigue)
- Hace dos semanas cuando la tramité no estaba apurada
- Bueno, pero ya tenés tu tarjeta para viajar
- Pero yo te expliqué que quería la sarasa gold para tener la cobertura de cadorn- card
- Con la berreta dorada también la podés tramitar eh
- No me cabe duda que debe servir para un montón de cosas, pero no es lo que yo pedí...
(trato de acordarme para qué servía la berreta dorada...pero no hay caso)
- y qué límite me dieron?
- ocho mil pesos

(whaaaaaaaaaaaaaaaaaaaat? el chino del supermercado de la vuelta de casa me da mas crédito que eso!!!!)

- Me podés explicar de qué me sirve una tarjeta berreta y dorada con tan poco crédito?
- Ah, pero por el tema del límite no se preocupe, porque lo puede ampliar eh? viene acá, firma la solicitud... digame, Ud es propietaria? puede presentar alguna escritura?
(whaaaaaaaaaaaaaaaaaaaat?!!!!)
Siento un deja-vu... o que estoy soñando dentro de un sueño.
Pero le pregunto con un dejo de ironía
- y decime, tiene algún costo esa tarjeta?
- noooooooo, la berreta dorada para ud es sin cargo de por vida.

Hago un silencio.
Evidentemente el empleado cualquiera no registra sutilezas y aparte esta convencido de que me ha hecho un favor.
- No entiendo como si firmé una solicitud de sarasa me dieron una berreta ...
(a esta altura me puse un poco repetitiva)
- Parece que la que no entiende es usted
(acá me doy cuenta de que ya no me tutea)
- Qué es lo que no entiendo?
- Yo me preocupé por ud y quise ayudarla (vieron:se los dije!)
- Es que para mí no me ayudaste en nada y no entiendo cómo lo hiciste sin consultarme, me podrías haber explicado todo esto en el momento que firmé la solicitud de la sarasa gold (siiiigo)
- Es que viendo que ud tenía tan poco tiempo por las dudas le pedimos la berreta dorada
- Y por qué no me llamaste para preguntarme si yo estaba de acuerdo?
- mmmmmmmm si, quizá tendría que haberle avisado

Siento que es al pedo seguir hablando con este tipo.

- por favor, me podés pasar con el gerente?
- el gerente está ocupado...
(Como si lo estuviera viendo: la mirada fija en un punto indeterminado, tomando Sprite)
- ok, lo espero en línea
Le explico todo al gerente.
Hago un silencio
Espero una respuesta asertiva. Una reparación. Algo
Evidentemente la Sprite le eleva los niveles de solidaridad:
- dado el caso, hicimos lo posible para cubrir su necesidad: nosotros nos preocupamos por Ud.-
(yo no quería que el banco se preocupara por mi, yo solo quería una tarjeta sarasa gold!)
- lo importante es que ud ya tiene su tarjeta
- una tarjeta que yo no pedí. no voy a perder tiempo en ir a retirarla
- señora, si ud no la retira la vamos a destruir (deduzco que habla de la tarjeta)
- por mi puede destruirla ya mismo.

Corto
Siento que estuve hablando un siglo por teléfono.
Tengo las manos y las piernas entumecidas.
Me levanto de mi escritorio. Camino despacio hasta la máquina de café. Me apoyo contra el vidrio y me quedo mirando el río.

Cómo era?

"hay cosas que el dinero no puede comprar, para todo lo demás existe el cash"

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domingo, 21 de junio de 2009

Otro encuentro

Mientras escribo el relato que les voy a contar, me sucede lo mismo que cuando quiero contar un sueño. Las mismas dificultades. Como todo, los sueños no son relatos hasta que intentamos ponerlos en palabras -habladas o escritas- Pero los sueños antes de eso son imágenes, sensaciones, certezas, en el mejor de los casos, una sucesión de acciones cargadas de sentido mientras las soñamos pero que desbordan cuando las queremos hacer entrar adentro de las frases. Para convertirlos en un relato vamos rellenando grietas. Grietas donde había algo y ahora parece no haber nada.
En fin, relatar un sueño es una tarea compleja. Aunque nos esforcemos por ser fidedignos, si rellenamos demasiado esas grietas, corremos el riesgo de terminar contando otra cosa, y sería una pena convertirlo en algo menos de lo que soñamos. Aparte está la cuestión del tiempo, siempre parece más largo el relato del sueño que el tiempo que nos llevó soñarlo.
Por todo eso, lo que voy a contarles se parece mucho a un sueño. Como en ellos hay partes que se me perdieron, tengo la certeza de algunas imagenes y acciones, y las grietas. No encuentro otra forma de relatarlo.

Sé con seguridad que caminaba por Irigoyen ( me surge una inquietud autoreferente: si, otra vez Irigoyen, otra vez el Once, otra vez) era una tarde de diciembre o febrero -tiene que haber sido en alguno de esos dos meses- había mucho sol pero yo iba por la vereda de la sombra. hacía calor.
A mitad de cuadra, antes de llegar a Misiones, miré la hora en mi reloj. Tenía que rendir un final a las seis y, previendo los típicos quilombos administrativos a los que estaba acostumbrada, quería llegar con tiempo suficiente para solucionarlos, llegado el caso.
Eran las cinco menos cuarto.
Cuando volví a mirar hacia adelante vi, en medio de la vereda, una nena chiquita, como de dos años. sola.
No parecía perdida, al menos no lloraba ni buscaba a nadie. Simplemente estaba parada y miraba la calle, y empezó a mirarme a mí a medida que yo me acercaba.
Yo venía enfrascada en mis pensamientos, padeciendo esa situación tensa y perturbadora que es la previa a un examen. Por eso no la vi antes, por eso miré la hora, por eso no sabía si ella había llegado allí con otra persona. Me pareció una situación de lo más extraña. Me detuve y le pregunté si estaba sola. La nena no hablaba todavía pero me miraba como si entendiera lo que le estaba preguntando, o quizá ya hablaba pero no sabía qué contestar.
La escena era de lo más rara. No había NADIE alrededor. Ninguna puerta abierta, ninguna ventana abierta. Nadie salía a buscarla. Había algún auto estacionado, pero sin nadie adentro, deduje que tampoco había salido de uno de ellos.
No se cuánto tiempo me quedé arrodillada junto a ella sin saber qué mierda hacer ni qué decirle. Nada ni nadie que me diera una idea de qué era lo que estaba pasado, como si esa nena hubiera estado allí solo para que yo la viera. Pero sé que en un momento la tomé de la mano y la llevé conmigo hasta la esquina. miré hacia el lado de Rivadavia. Nadie.
Me detuve con ella, allí, y me agaché otra vez a mirarla: era muy linda, tenía el pelo lacio y los ojos negros y una mirada inteligente y tranquila, pero había algo más que tranquilidad. Era como un entusiasmo. Me miraba con curiosidad, como si la cosa fuera al revés, y que ella me había encontrado a mí. No me soltaba la mano, como dándome alguna clase de consentimiento para que yo decidiera algo. La tomé en mis brazos y empecé a caminar hacia la avenida. No puedo recordar que pensé mientras recorrí esa cuadra, ni siquiera recuerdo si podía pensar algo. Lo que sí recuerdo que ella sonreía con su mirada. No sé si en ese momento ella se preguntaba si esto era un encuentro pasajero, si estaría conmigo por el resto de la tarde, si la llevaría a pasear... no sé si una nena tan chiquita hace ese tipo de planes. Lo que mas me jode es no poder recordar si yo -aunque sea por un segundo- me lo pregunté.
Llegamos a la esquina. Hay allí un par de jugueterías. A esa hora había poca gente. Me metí en uno de esos negocios. Les conté a los que estaban allí lo que me había ocurrido, les pregunté si alguno de ellos la conocía. Me miraron a mi y a la nena que traía en los brazos. Me dí cuenta de inmediato de lo inverosímil de la situación. Pero me quedé allí, parada.
Alguien salió y volvió a entrar con una mujer, que, agitada, dice su nombre y la toma en sus brazos. Me pregunta algo o me agradece, o ambas cosas. Creo que yo no atiné a decir nada.
Salí a la calle, miré el reloj y encaré otra vez para el lado de Irigoyen.
Eran las cinco menos diez.

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miércoles, 10 de junio de 2009

Lugares

Viví casi veinte años en la misma casa. Mi primera casa, la casa donde nací. La construyeron mis padres. Para mí, era un universo. Estaba llena de lugares donde yo jugaba. Un patio y un jardín y un terreno contiguo repleto de plantas y árboles y lugares que explorar. Mis padres se dedicaban a esa casa con mucho amor, y con resultados dispares: había en ella zonas muy cuidadas, zonas tremendamente bellas, zonas medio abandonadas, zonas desordenadas y salvajes, calculo que era el reflejo de mi propia familia. Pero esa casa, ese jardín y ese terreno contiguo eran algo vivo. Y aún en esas zonas más descuidadas y abandonadas crecían flores salvajes.
Esa casa está en un lugar tan ignoto y alejado que para llegar a ella había que hacer una verdadera travesía. De eso me di cuenta cuando ya era un poco más grande. Cuando era muy chiquita a mi me parecía perfecta. Además yo me sentía muy orgullosa de esa casa. Porque mucha gente que pasaba por la calle se detenía a mirarla. Y es que era una casa singular, tan original, tan distinta del resto de las casas de ese barrio...

Durante muchos años, en medio de un sueño, me encontraba en un lugar extraño y necesitaba volver a casa. En esos sueños, era a esa casa adonde yo regresaba.

Tiempo después volví a pasar por allí. Una de las paredes se había derrumbado. Fue muy triste. La vi tan desolada y pobre que ni siquiera me detuve.
Definitivamente esa casa estaba en el culo del mundo.

Mi segunda casa fue, por así decirlo, una casa más civilizada. Una casa más parecida a todas las demás. Una casa más cerca de todo lo demás. Una casa abierta a todos, llena de vecinos y amigos y visitas.
Viví allí solo unos años, pero aún vuelvo y la siento un poco mi casa.

Pasé los ocho años siguientes en otra casa, que no era mía ni sentía mía, como si ese fuera un lugar en el que estaba de paso.

Vinieron después dos departamentos más, de los cuales algún día, también, me mudé.

El primero de ellos sigue siendo para mi un lugar entrañable. Recuerdo el último instante en el que estuve ahí. Antes de cerrar la puerta miré hacia adentro y me dio miedo no ser tan feliz en otro lugar como lo había sido ahí... ese fue mi primer departamento: el primero que yo elegí para vivir.
Pero con el tiempo me quedó muy chiquito. Así que me mudé a otro. Ese otro era tan lindo y cómodo que no daban ganas de irse.
Sin embargo, estuve allí mucho menos tiempo de lo que había imaginado... fue difícil para mi hacerme a la idea de vivir en otro lugar. A ese departamento había llegado con ganas de quedarme. Y hasta creo que en algún momento llegué a pensar que en ese lugar pasaría el resto de mi vida.

Y ahora estoy acá. Ahora vivo acá... no sé por cuánto tiempo. Y no sé por qué ya nunca pienso en eso. Y tampoco se por qué nunca más volví a soñar que tenía que volver a casa.

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jueves, 4 de junio de 2009

Desafío C-C

La otra mañana, mientras revolvía los cajones de la ropa interior, encontré un par de medias negras. Unas de esas medias que vienen con ligas de encaje. Y recordé la experiencia que viví hace un par de años cuando tuve la idea de comprarlas. Me llamo la atención el packaging que tenía una foto de Valeria Mazza luciéndolas. Eran tan lindas que ni lo dudé, compre dos pares, uno color miel y uno negro. Y me las llevé a casa.
No sé si a Uds les pasa que cuando se están probando algo por primera vez aún antes de mirarse al espejo ya tienen una vaga sensación de cómo van a lucir cuando se vean. A mí me pasa y siempre SIEMPRE acierto. En este caso -ya cuando me las ponía- intuí que la cosa no iba a estar bien. Me terminé de calzar las medias, me paré y me fuí caminando en puntas de pie hacia el espejo. Me miré de frente y me sorprendí. Me gustó como me quedaban. Quizá tenía que laburar más el tema de a qué altura se calzan esas medias: la liga es realmente ancha, y ciertamente muy ajustada, además de tener una especie de silicona -como si ya no fuera suficiente con el elástico que le ponen- para que se adhieran aún más y no se bajen. La cosa es que, en términos generales, me gustó como me veía. Giré para para verme de espaldas. Más que aceptable... pero no pude evitar que una imagen subliminal ingresara a mi cerebro cuando giraba... me pareció a mi o acá hay algo que no está bien? giré lentamente para verme de perfil.
La imagen que me devolvía el espejo era sobrecogedora.
Les dije que siempre acierto: esas medias en mí, vistas de perfil era algo simplemente horroroso.
Me las saqué y las pateé debajo de la cama como si estuvieran embrujadas.
Al día siguiente, chateando con mis amigas N. y E. les conté la experiencia.
se rieron con mi comentario
"boluda, no puede ser, seguro que estás exagerando... si no tenés taaaaaaaaaaanta celulitis" me tranquilizaban.
Yo pensaba lo mismo. Pero no había forma de explicarles mi experiencia con palabras.
Así que les hice un dibujo en paintbrush, con flechas y referencias indicando los defectos y se los envié por mail.
No conservé el dibujo, pero les aseguro que fue harto elocuente. Cuando lo recibieron mis amigas, lo reenviaron a todas sus conocidas. De ahí en más, en una inesperada dispersión geométrica, circuló por mail y se perdió en el ciberespacio, hasta convertirme en una leyenda urbana.
Lejos de conformarse con mi relato escrito y mi dibujo, mis amigas querían ver eso en vivo y en directo. Armamos un mate-party en casa al día siguiente. Yo no me animaba a ponérmelas. Así que se las probó N... y se fue a mirar al espejo.
E. y yo la mirábamos sentadas desde la cama.
N. gritaba de terror mientras nosotras nos tiramos al piso para reírnos con mayor comodidad.
E. también se las probó, más o menos con el mismo efecto.
Y finalmente me las puse yo, nuevamente.
Pasado el momento jocoso, comprobamos que SI existe la posibilidad de que esas ligas no hagan un rollo fatídico. En mi caso me las tendría que calzar a unos quince centímetros por encima de la rodilla. Pero es sabido que esas medias no se llevan así, descontando el hecho que mido 1.52, que las medias vienen en talle único, y que si me las pongo a esa altura me sobra medio metro de media vacía en la punta del pie... que hago con el sobrante? me lo doblo por debajo del pie adentro del zapato?... les hago un nudo y las recorto... ? seee... muy sexie.
Aquí cabe una reflexión. Quién diseña esas medias? algún ente sin alma, una computadora? yo no lo creo, hay algo así como odio allí. Si, yo creo que debe haber sido diseñada por un ser humano. Algún misógino endemoniado, que debe gozar cada vez que se vende un par más. Me aventuro pensando que la mismísima modelo lo habrá puteado cuando le hicieron ponerse esas medias. Desde ya me solidarizo con ella. Por eso no la desafío a que se las vuelva a poner, y que esta vez se saque la bata que lucía en esa foto, seguramente para que los del set no le vieran el rollo que a ella -en mayor o menor medida- también le desbordaba. Todo bien con vos, Valeria.
En el que me cago es en el que diseña esas medias en C-C. de modo que lo desafío a él: a que ponga su dirección de correo en el packaging, para que toda mujer tenga la posibilidad de enviarle las puteadas vía mail. Mientras tanto, vaya la mía via blog.

La cosa es que todavía tengo los dos pares, sin uso. Se me ocurren dos destinos para justificar el monto que desembolsé por las mismas. O se los dono a alguna corredora de fondo o patinadora con músculos de acero. O mejor todavía: las que quieran que dejen un contacto en los comentarios. Así nos juntamos una tarde de estas, nos tomamos unos mates mientras nos las probamos, y nos cagamos de risa todas juntas.

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sábado, 30 de mayo de 2009

Sobre las etiquetas

"fulano/a ha sido etiquetado"

Me caía bastante mal ver este tipo de frases en mi facebook. Como todos saben es un cartelito que alguien pone, con tu nombre y apellido, sobre una foto en la que aparecés. Para ir directamente al punto, lo de la etiqueta siempre me había sonado agresivo.

El sábado pasado estaba con mis amigas comentando los avatares de una mujer joven, que conocemos las tres y que es amiga de una de ellas:
Pobre M. no tiene suerte con los tipos: no pasa de la primera cita.
Pobre dijimos todas. Y a continuación mi amiga contó la última experiencia de esta chica en ese sentido. Había estado tratando a un chico durante algún tiempo en el ámbito laboral. Se gustaban. Había onda. Un día el chico la invitó al cine. Ni bien se encontraron, vaya una a saber por qué, el chico hizo algo que a la chica no le gustó. No viene al caso lo que el chico hizo. Cada uno tiene derecho a elegir lo que le gusta y lo que no. Fue una frase, o una actitud, o un detalle. Un segundo y bastó con eso. A ella no le gusto. End of story. Vieron la peli y no se hablaron nunca mas. A todas les pareció comprensible que la chica descartara al candidato. Yo me quedé pensando en el comentario que había servido de introducción al relato "había estado tratando a un chico durante algún tiempo en el ámbito laboral, se gustaban, había onda"... pero ese detalle en su primer encuentro a solas, sirvió para que la chica lo etiquetara "es un salame".

Pensé que cada vez que etiquetamos -o nos etiquetan así- una pequeña parte de esa complejidad que es un ser humano pasa a ser el todo, como si fuera necesario reducirlo hasta que se convierte simplemente y solamente en esa parte. Algo así como: ah, si " la mina del agujero en la media" Una etiqueta y al archivo.
Me asombro, pero lo cierto -y lo triste- es que lo hacemos todo el tiempo sin darnos cuenta "pobre" "no tiene suerte" "no le duran mas allá de la primera cita", etc.

Si claro... es por eso que me sonaba mal lo de "has sido etiquetado" en fb. Pero pensándolo bien, por qué? si el de fb es un cartelito que dice nuestro nombre. Y ahí me di cuenta de la diferencia.
Porque me acordé del primer significado que tuvo para mí esa palabra.
La primera etiqueta que conocí era un papelito autoadhesivo que se pegaba en las tapas de los cuadernos, cuando yo iba la escuela primaria. Los cuadernos por afuera eran todos iguales, y la maestra necesitaba una forma de diferenciarlos sin necesidad de abrirlos. Para eso le poníamos una etiqueta con nuestro nombre y apellido. Sin embargo, a medida que pasaban los días y la maestra nos empezaba a conocer, si abría los cuadernos posiblemente sabía a quien pertenecían. Porque nuestra letra, nuestros dibujos, nuestras líneas, nuestros colores, hablaban de nosotros, decían algo de cómo éramos. Era nuestro cuaderno. En él laburabamos muchas horas, volcábamos parte de nuestra vida. Me doy cuenta que esa etiqueta del lado de afuera con nuestro nombre y apellido anunciaba que lo que había adentro eramos nosotros. Así de simple.

Durante toda la vida hacemos cosas, nos comunicamos, nos mostramos... en distintas circunstancias, ambientes, situaciones, vamos escribiendo nuestra historia... y hay mucho en ella. No esta hecha de un día ni una palabra ni una frase. Lo escrito somos nosotros, y lleva nuestro nombre y apellido. Y después de todo, me parece que ESA es la única etiqueta que nos hace justicia. Como en aquellos cuadernos, por fuera quizá no se perciba, pero adentro hay un universo. El que tenga ganas de ver qué hay que pase y que lea. Miles de palabras y frases, historias y espacios en blanco. Muchos renglones escritos y un numero desconocido de renglones por escribir.

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Inside a boy

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martes, 26 de mayo de 2009

Sobre los encuentros

Alguien escribió una vez -creo que fue Sábato- que los seres humanos nos movemos en un nivel: un plano, que está determinado por nuestros gustos, nuestras actividades, nuestra forma de pensar, de creer y de querer ciertas cosas. Y que ese plano nos separa del resto de las personas y nos pone más cerca de otras. No sé si se entiende la idea hasta aquí, él no se refiere a lo espiritual -o al menos no solamente a eso- sino al lugar físico, y daba una explicación que para él era la prueba de su teoría: el hecho de cruzarse una y otra vez con el mismo desconocido, en los lugares más diversos del planeta.
Obviamente esto no lo percibía en el primer encuentro sino después de cruzarse con esa misma persona tres o cuatro veces. Para él no era coincidencia sino la prueba de que esas personas comparten el mismo plano.

Si pienso en esta idea se me ocurre que cambiando como cambian nuestras actividades, gustos, etc, así también cambiamos de plano a lo largo de nuestra vida, y así nos vamos moviendo.

A mi me pasó. Personas ignotas que a fuerza de verlas un par de veces comencé a reconocer en los más diversos lugares. Lo más extraño de todo es que el volver a encontrarlas después de la tercera o cuarta vez era ya algo natural "mirá vos, otra vez "

Me ocurrió, por dar un ejemplo, cruzarme a María Kodama -seee muy raro- en los lugares más disímiles que se les pueda ocurrir, unas cinco veces. Eso me ocurrió en una época y luego nunca más la volví a ver. Pero no solamente me pasó con ella, que después de todo es una persona más o menos pública, identificable. Durante años encontré en Buenos Aires a una mujer que tenía aspecto de loca. Una de esas locas lindas que van sonriendo y hablando solas por la calle... tenía el cabello largo, ondulado y algo canoso. Vestía siempre jeans y zapatillas. Y ahora, desde hace años no la volví a ver. Será que alguna de las dos -o las dos- cambiamos de plano. y así varios casos más con personas de lo más comunes.

En ese mismo orden de pensamientos - en relación con los planos, los encuentros y desencuentros- siempre me resulta inquietante las casualidades por las cuales hemos conocido a alguna de las personas que son importantes para nosotros. Claro, hay muchas personas que encontramos o conocimos en el ámbito de alguna institución de la que formamos parte, no hablo de esas personas... aunque podría también especular con esto y preguntarme por qué esas personas estaban en esa aula, en ese lugar de trabajo y no en otro... pero no es eso lo que me inquieta hoy.

Pienso específicamente en los encuentros con esas personas que, de no haber llevado a cabo determinada acción (alguno de los dos o ambos)en un momento preciso, nunca nos hubiéramos conocido.

Caben dos maneras de verlo. Que ese encuentro tenía que suceder, sea como sea, que estaba escrito y que no importaba lo que hiciéramos o cuándo, era algo que iba a ocurrir. Incluso que existieron infinitas posibilidades de que eso hubiera pasado antes o después. Pero claro. Si este modo de ver las cosas la inscribimos en esa matriz de los planos de la cual hablaba, la cosa se pone más rara todavía. Se imaginan entonces que cada una de las cosas que vamos haciendo y las transformaciones que vamos experimentando en nuestra vida -esos avatares que nos hacen cambiar de plano- generaría que paralelamente todo el universo se vaya alineando o desalineando para que el encuentro se produzca... es muy complicado siquiera pensarlo. Y encima eso multiplicado por dos... el cambio en nosotros y el cambio en el otro. Encontrarse sería un milagro.

Hoy, realmente, eso me suena como demasiado esfuerzo por parte del Gran Escritor. Por qué tendría ganas de hacer semejante laburo...?

La otra forma de verlo es que no existe nada de todo eso, que no existen los planos y que todos somos básicamente iguales y vivimos y nos cruzamos con todos aleatoriamente, incluso con esa gente que en otro momento hubiéramos reconocido una y otra vez y ahora siguen pasando al lado nuestro pero ya no las vemos. Que somos nosotros los que le damos trascendencia a un encuentro particular, descartando infinidad de otros que hubieran sido trascendentales, o no. De ser así nada estaría escrito sino que somos nosotros el Gran Escritor, y en realidad todo lo que vivimos es simplemente nuestra Gran Obra.

Nuestro destino está escrito o es obra nuestra? Cualquiera de las dos ideas puede llegar a ser inquietante.... y lo más sobrecogedor: la única certeza que tenemos es que nunca sabremos la respuesta.

Yo creo que no existe el Destino. Que no hay ningún libreto, y lo único que existe es nuestro deseo de escribir la historia de determinada manera. Pero como nos asusta un poco tanta responsabilidad a veces dejamos a mano el "esto tenía que suceder, ya estaba escrito"

No sé qué pensaran Uds pero para mí esa salida de emergencia le quita toda la gracia al asunto. Así que me gusta pensar que la cosa la armamos nosotros solitos. Me parece que es así cómo funciona.

Definitivamente me gusta pensar que cada uno es el Gran Escritor, me gusta la idea de que ese es EL milagro y que nosotros hacemos que nos suceda.

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